La imagen resulta cada vez más común en nuestros paisajes murcianos: laderas erosionadas, suelos desnudos donde antaño brotaba la vida, y un horizonte que parece haberse rendido al avance imparable de la desertificación. Frente a este panorama, la reforestación con especies autóctonas se ha consolidado como una herramienta esencial de restauración ecológica, especialmente en zonas degradadas por incendios forestales, actividades agrícolas intensivas o abandono del pastoreo tradicional.
¿Por qué reforestar con especies autóctonas?
La tentación de plantar árboles de rápido crecimiento, resistentes y poco demandantes de agua puede ser grande. Sin embargo, a medio y largo plazo, solo las especies adaptadas al territorio pueden garantizar una regeneración verdaderamente sostenible. Las plantas autóctonas forman parte del equilibrio ecológico local y juegan un papel clave en:
- Reducir la erosión del suelo gracias a sus sistemas radiculares adaptados al terreno murciano.
- Proporcionar alimento y refugio a la fauna silvestre local.
- Estabilizar el microclima y aumentar la capacidad de retención hídrica del suelo.
- Favorecer la resiliencia frente al cambio climático.
Como explica el ecólogo Ángel Martínez de la Universidad de Murcia: “Las especies autóctonas no solo sobreviven, sino que construyen vida a su alrededor. No plantamos árboles, reconstruimos ecosistemas.”
Murcia, un territorio vulnerable… y resiliente
La Región de Murcia se enfrenta desde hace décadas a una degradación progresiva de sus ecosistemas terrestres. Según datos del Observatorio de la Desertificación del Sureste Ibérico, un 41% del territorio regional presenta riesgo alto o muy alto de desertificación. Gran parte de esta pérdida de cobertura vegetal se debe a incendios recurrentes, agricultura extensiva, construcción de infraestructuras y abandono rural.
Sin embargo, en esa vulnerabilidad habita también una gran capacidad de regeneración. Iniciativas lideradas por ayuntamientos, asociaciones vecinales, ONGs ambientales como ANSE y colectivos como Ecologistas en Acción han demostrado que, con planificación y conocimiento, es posible revertir parte del daño. Y es precisamente el uso de flora local lo que marca la diferencia entre una reforestación simbólica y una verdadera recuperación ambiental.
¿Qué especies se están utilizando?
En los últimos años, proyectos de reforestación ecológica han incorporado un abanico diversificado de especies adaptadas al clima semiárido murciano. Algunas de las más utilizadas incluyen:
- Pino carrasco (Pinus halepensis): resistente a la sequía, de crecimiento medio, ideal para las fases iniciales de protección del suelo.
- Coscoja (Quercus coccifera): porte arbustivo, excelente fijador de suelo en zonas de pendiente y especialmente valorada por la fauna.
- Espino negro (Rhamnus lycioides) y lentisco (Pistacia lentiscus): fundamentales en la regeneración del matorral mediterráneo.
- Sabina mora (Tetraclinis articulata): endemismo del sureste ibérico, en riesgo por pérdida de hábitat, pero cada vez más presente en programas de restauración.
- Romero, tomillo y espliego: especies aromáticas que, además de ser atractivas para los polinizadores, tienen un papel ecológico decisivo en los primeros años de recuperación del ecosistema.
Más allá de lo forestal, hay que comprender estos procesos como sistemas en mosaico: un conjunto de plantas de distinto porte, crecimiento, floración y necesidades hídricas que interactúan para lograr un ecosistema autosuficiente.
No todo vale: errores comunes en la reforestación
Reforestar no es plantar por plantar. Uno de los problemas más frecuentes es la introducción de especies exóticas o impropias del bioclima local, que pueden convertirse en invasoras o simplemente fracasar, dejando tras de sí taludes secos y descorazonados. También es frecuente la plantación masiva sin planificación hidrológica o edáfica previa.
Otro error habitual es no prever el seguimiento a medio plazo. Las primeras lluvias pueden ser generosas, pero si no se acompaña la reforestación con un mantenimiento mínimo durante los dos primeros años —riegos de apoyo, control de herbívoros, eliminación de malas hierbas—, el índice de mortandad puede superar el 80%.
Como apunta la ingeniera forestal Laura Sánchez del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (IMIDA): “Muchas veces se plantan miles de árboles un solo día como acto simbólico, pero sin garantizar su viabilidad. La reforestación real exige paciencia, ciencia y comunidad.”
Casos de éxito en la Región de Murcia
Uno de los ejemplos más inspiradores se sitúa en Sierra Espuña, donde el programa de restauración ecológica promovido por el Gobierno Regional ha permitido recuperar más de 500 hectáreas de bosque degradado utilizando una selección de especies autóctonas. El uso de métodos tradicionales de captación de agua, como las zanjas de infiltración, ha mejorado notablemente la tasa de supervivencia de las plantas.
Otro caso emblemático es el del Parque Regional El Valle y Carrascoy. Desde 2018, varios colectivos en colaboración con la administración local han trabajado en la revegetación de antiguos bancales abandonados, introduciendo tanto especies arbóreas como aromáticas y controlando la erosión mediante fajinas fabricadas con restos vegetales. La biodiversidad de lepidópteros y aves insectívoras ha aumentado considerablemente en las zonas tratadas.
Incluso a nivel urbano se están experimentando iniciativas relevantes, como los « bosques de bolsillo » en entornos periurbanos de Murcia y Cartagena. Son pequeños núcleos densos de vegetación autóctona que, en unos pocos años, generan corredores verdes, bajan la temperatura ambiente y favorecen la polinización.
¿Cómo podemos participar como ciudadanos?
Colaborar con la reforestación autóctona no requiere ser botánico ni disponer de una finca en la huerta. Hay muchas maneras de involucrarse:
- Participar en jornadas de plantación organizadas por asociaciones locales, especialmente en otoño, cuando las condiciones favorecen el arraigo de las plantas.
- Apoyar viveros que producen planta autóctona certificado. Algunos de ellos, como el vivero forestal de El Valle, permiten incluso adopciones de ejemplares simbólicos.
- Evitar introducir especies exóticas en jardines particulares, y optar por plantas resistentes, aromáticas y adaptadas al entorno.
- Difundir y visibilizar los proyectos de reforestación en redes sociales y entornos educativos.
Además, si paseamos por áreas degradadas o en recuperación, podemos hacerlo con una mirada más consciente. ¿Observaron ustedes cuántas plantas sobreviven en una ladera erosionada gracias a una simple piedra que actúa como refugio? ¿O cómo un viejo algarrobo puede ser el primer paso para que vuelva a brotar el monte?
Reforestar es reconstruir memoria ecológica
Recuperar los paisajes murcianos no significa restaurar una postal idílica del pasado, sino reimaginar un territorio resiliente, preparado para los desafíos del siglo XXI. En ese proceso, las especies autóctonas no solo son aliadas por su adaptabilidad, sino también por su valor simbólico: representan la identidad biológica de un lugar demostrado por siglos de convivencia con el clima, el suelo y las personas.
Reforestar con ellas es, en última instancia, un acto de justicia ecológica, un compromiso con las generaciones futuras y una forma de recordar que, incluso allí donde todo parece seco, la vida aún sabe cómo abrirse paso.