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La agricultura ecológica como aliada de la conservación de la flora

La agricultura ecológica como aliada de la conservación de la flora

La agricultura ecológica como aliada de la conservación de la flora

En los campos semiáridos de la Región de Murcia, donde el agua vale más que el oro, la agricultura ha sido siempre una actividad de alto riesgo y profundo impacto. Sin embargo, en los últimos años, un modelo diferente y esperanzador está echando raíces: la agricultura ecológica. Más allá de un sello verde, esta forma de cultivo se está revelando como una auténtica aliada en la protección de la flora autóctona y la biodiversidad murciana. Pero… ¿qué hay de cierto en esto?

¿Qué entendemos por agricultura ecológica?

No basta con eliminar pesticidas y fertilizantes químicos para que una finca sea realmente ecológica. Según el reglamento europeo, la agricultura ecológica implica prácticas agrícolas que respetan los ciclos naturales, el uso sostenible de los recursos y el bienestar del entorno, incluyendo flora, fauna y suelo. En resumen, es trabajar con la naturaleza, no contra ella.

En la práctica, esto se traduce en rotación de cultivos, presencia de setos vivos, recuperación del suelo mediante compostaje y, en muchos casos, el uso de variedades vegetales locales que han coevolucionado con el ecosistema murciano.

La flora silvestre: huésped imprescindible

En los paisajes agrarios convencionales, la flora espontánea suele ser vista como “mala hierba” que compite con los cultivos. En cambio, en los sistemas ecológicos bien diseñados, muchas de estas plantas juegan un papel clave como aliadas. Tal es el caso de Malva sylvestris (malva común) o Capsella bursa-pastoris (bolsa de pastor), especies frecuentes en los bordes de cultivo que atraen polinizadores y controlan naturalmente plagas al brindar refugio a sus depredadores naturales.

“Cuando dejamos que algunas plantas silvestres ocupen las lindes, inmediatamente notamos un aumento de biodiversidad entomológica y más equilibrio en general”, comenta Luis Giménez, productor ecológico de Cieza y miembro de la asociación BioMurcia. “Parte de nuestro trabajo es desaprender la idea de que todo lo que no hemos plantado es una amenaza”.

Corredores verdes entre cultivos: más que una moda

En zonas como el Altiplano o el Valle del Guadalentín, algunos agricultores ecológicos están adoptando una práctica que hasta hace poco parecía reservada a parques naturales: la creación de corredores verdes entre parcelas. Estos pasillos vegetales —normalmente formados por especies autóctonas como el Rosmarinus officinalis (romero), Thymus vulgaris (tomillo), Lavandula dentata (lavanda), y Rhamnus alaternus (aladierna)— conectan hábitats fragmentados, permiten la circulación de fauna auxiliar y contribuyen a conservar poblaciones vegetales nativas.

Un ejemplo significativo es el proyecto piloto desarrollado en las fincas comunitarias de Jumilla, donde agricultores en colaboración con el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) han documentado la aparición de más de 40 especies botánicas en zonas que antes eran monocultivos estériles. Muchas de estas —como Euphorbia terracina o Odontites luteus— son indicadores de suelos sanos y biodiversos.

Un escudo contra la desertificación

La región murciana está particularmente amenazada por la desertificación. La pérdida de cubierta vegetal, el agotamiento del suelo y los efectos del cambio climático hacen de este territorio un lugar frágil. La agricultura ecológica, al favorecer el mantenimiento de la cubierta vegetal y el cuidado del humus, actúa como barrera natural frente a la pérdida de suelo fértil.

El manejo agroecológico de cultivos de secano, como el almendro o el olivo tradicional, evita las prácticas agresivas de laboreo y permite conservar microhábitats de alto valor en terrazas, márgenes y barbechos. En las huertas tradicionales de la Vega Media, algunas iniciativas ecológicas también están reintroduciendo variedades antiguas como el tomate “Muchamiel” o la berenjena blanca murciana, recuperando así un patrimonio genético que se creía perdido.

Beneficios contrastados, pero aún poco visibilizados

Si bien existen estudios a nivel europeo que demuestran que las fincas ecológicas albergan hasta un 30 % más de especies vegetales que las convencionales (según datos del Institute for European Environmental Policy), a nivel local todavía faltan investigaciones sistemáticas que midan con precisión estos impactos en la flora murciana. Algunos colectivos ecologistas —como ANSE o Ecologistas en Acción— están promoviendo iniciativas de ciencia ciudadana para documentar casos concretos.

¿Agricultura ecológica para todos?

Un aspecto crucial a considerar es la viabilidad económica. Es cierto que la conversión a ecológico conlleva un esfuerzo inicial —acceso limitado al agua de calidad, costes de certificación, necesidad de formación específica—, pero también puede abrir nuevas oportunidades de mercado. Actualmente, la demanda de productos ecológicos sigue en alza tanto en España como en el extranjero, y el campesinado murciano empieza a ver esto no solo como una opción ética, sino como una estrategia de futuro.

“Los consumidores valoran cada vez más el origen y la historia detrás de lo que se comen. Y la biodiversidad, cuando se cuenta bien, es un gran valor añadido”, afirma Carmen Segarra, ingeniera agrónoma especializada en sistemas agroecológicos.

¿Qué podemos hacer como ciudadanos?

Proteger la flora murciana no es responsabilidad exclusiva del agricultor. Como consumidores, podemos ejercer un papel activo desde varios frentes:

Y, por qué no decirlo, cultivar en casa o en un huerto urbano nuestras propias plantas aromáticas, medicinales o culinarias con métodos sostenibles es también una pequeña gran declaración de intenciones.

Una sinergia prometedora en suelo murciano

Hablar de agricultura y conservación no debe ser una contradicción, y poco a poco, en la huerta murciana, esta idea se está abriendo paso. A medida que más agricultores adoptan prácticas ecológicas, se generan refugios para especies olvidadas, se restauran saberes antiguos y se tienden puentes entre el campo y la ciencia.

La flora autóctona de Murcia, resistente, resiliente y profundamente enraizada en este terreno único, tiene en la agricultura ecológica un nuevo aliado. Lo esencial ahora es seguir documentando, apoyando y difundiendo estas prácticas. Porque cuidar la biodiversidad no es solo proteger plantas: es también proteger nuestra cultura, nuestra salud y nuestro futuro común.

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