En los últimos años, la Región de Murcia ha despertado una conciencia creciente sobre la necesidad de proteger su excepcional biodiversidad. Desde las sierras interiores hasta las ramblas costeras, nuestro territorio alberga ecosistemas únicos que están siendo puestos a prueba por el cambio climático, la sobreexplotación de recursos y la presión urbanística. ¿Cómo podemos pasar de la preocupación a la acción concreta? A continuación, recogemos algunas de las iniciativas de sostenibilidad más relevantes que ya están en marcha, muchas de ellas lideradas por comunidades locales, investigadores y entidades comprometidas con el futuro natural de Murcia.
Reducción del uso de fitosanitarios en zonas agrícolas
La agricultura intensiva, si bien es motor económico de la región, ha provocado una pérdida significativa de hábitats naturales, particularmente en zonas como el Campo de Cartagena o el Valle del Guadalentín. Para contrarrestar este impacto, se están implantando proyectos de agricultura ecológica que apuestan por técnicas de cultivo más respetuosas con la flora autóctona.
Por ejemplo, la cooperativa Biovivo, en Mula, ha reducido un 80% su uso de pesticidas químicos desde 2021, sustituyéndolos por controles biológicos basados en insectos beneficiosos. Además, mantienen márgenes de vegetación natural entre parcelas, lo que permite que plantas espontáneas como el tomillo real (Thymus hyemalis) o la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus subsp. carthaginensis) tengan un refugio.
Según el técnico agrícola José Luis Ramírez, implicado en estos proyectos: “Estamos demostrando que cultivar sin dañar la biodiversidad no solo es posible, sino también viable económicamente. Los consumidores valoran cada vez más estos esfuerzos”.
Restauración de hábitats en peligro
Una de las iniciativas más ambiciosas en curso es el Plan de Restauración del Saladar de Lo Poyo, un ecosistema salino situado en el entorno del Mar Menor. Aunque este humedal ha sufrido décadas de degradación por residuos y canalizaciones, desde hace tres años asociaciones como ANSE y voluntarios locales están trabajando para devolverle su riqueza botánica original.
Se han eliminado especies invasoras como el carrizo común (Phragmites australis) y se ha reintroducido vegetación autóctona como la siempreviva marítima (Limonium cossonianum) y el albardín (Lygeum spartum). Además, se ha incorporado señalización interpretativa para que los visitantes conozcan la importancia ambiental de estos parajes.
“Este tipo de actuaciones sirven para visibilizar ecosistemas que suelen pasar desapercibidos, pero que cumplen un papel crucial como sumideros de carbono y refugio de especies endémicas”, afirma la bióloga Amparo Muñoz, del Centro de Ecología Aplicada del Sureste.
Proyectos de ciencia ciudadana en zonas naturales
Implicar a la sociedad en el monitoreo de la biodiversidad es una herramienta poderosa, no solo para recopilar datos, sino también para educar y sensibilizar. El proyecto Flora Observada, liderado por la Universidad de Murcia, invita a ciudadanos a registrar avistamientos de plantas silvestres mediante una app móvil sencilla de usar.
Gracias a este esfuerzo conjunto, se han documentado más de 400 observaciones de especies amenazadas en los últimos 12 meses, muchas de ellas en parajes poco explorados de Sierra Espuña y la Rambla de Benito. Entre los hallazgos más destacables figura una nueva población de lentisco (Pistacia lentiscus) en altitudes inusuales.
Este conocimiento en tiempo real permite a los investigadores identificar zonas críticas para actuar rápidamente. Además, como apunta la investigadora Elena Torres, “la ciencia ciudadana crea vínculos emocionales con el entorno natural, lo que es clave para su protección a largo plazo”.
Educación ambiental en clave local
Proteger la biodiversidad empieza por conocerla. Bajo esta premisa, numerosas escuelas rurales han incorporado la flora murciana como tema transversal en sus programas educativos. En el CEIP de Pliego, por ejemplo, los alumnos cultivan un jardín de plantas medicinales autóctonas con especies como la salvia murciana, el espliego y el orégano silvestre.
Además, realizan excursiones guiadas en colaboración con guardas forestales y voluntarios ambientales que les enseñan a reconocer especies y entender su relevancia ecológica. Como explica la maestra Ana Belmonte, “cuando un niño identifica por primera vez una zamarrilla de Sierra Espuña (Teucrium spinosum), algo cambia en su manera de mirar el paisaje. Deja de ser ‘monte’ y pasa a ser un hogar vivo que merece respeto”.
Este tipo de pedagogía también está empezando a formar parte de los talleres municipales dirigidos a adultos. En Moratalla, por ejemplo, se están organizando salidas botánicas guiadas durante la primavera, dirigidas tanto a senderistas como a habitantes locales.
Políticas públicas hacia una gestión sostenible
En un plano más institucional, es justo reconocer los avances que se están implementando desde ayuntamientos y organismos públicos. Municipios como Mazarrón y Caravaca de la Cruz han comenzado a revisar sus ordenanzas urbanísticas para incluir cláusulas que protejan corredores ecológicos y requieran evaluaciones de impacto ambiental más estrictas en nuevas obras.
En 2023, la Dirección General del Medio Natural promovió un paquete de medidas para reforzar la conectividad entre espacios protegidos mediante pasos de fauna y restauración de bordes de caminos rurales con vegetación nativa.
Según datos oficiales, en tan solo un año se han plantado más de 12.000 ejemplares de lentisco, coscoja y enebro en zonas de transición ecológica, ayudando a frenar la fragmentación del hábitat. Estas actuaciones, aunque modestas, resultan fundamentales para la supervivencia de especies como el sapo corredor o la culebra bastarda, muy afectadas por las barreras viarias.
Ecoturismo vinculado a la biodiversidad
El turismo tiene, sin duda, un doble filo. Sin una gestión adecuada, puede devenir en una fuente de presión para los ecosistemas más frágiles; no obstante, bien orientado, puede convertirse en aliado de la conservación. Un ejemplo de modelo positivo es el que se está desarrollando en el Parque Regional de Calblanque.
Allí, empresas locales como “Senderos del Sureste” ofrecen rutas botánicas interpretativas que combinan observación de flora con educación medioambiental. Los grupos son reducidos, se limitan las visitas en épocas sensibles como la floración del jaguarzo de Cartagena (Halimium coucheanum) y se destinan parte de los beneficios a programas de recolección de semillas y propagación de especies vulnerables.
“El enfoque responsable no solo es posible, sino que genera empleo sostenible y pone en valor el patrimonio natural”, sostiene Marta León, guía e intérprete ambiental local.
¿Y tú, qué puedes hacer?
Si después de leer esto te preguntas cómo puedes contribuir tú a esta red de esfuerzos, aquí van algunas propuestas prácticas:
- Evita arrancar plantas silvestres, especialmente en espacios protegidos.
- Participa en actividades de voluntariado ambiental en tu municipio.
- Consulta apps y webs de observación de flora para contribuir con tus avistamientos.
- Apoya productores agrícolas ecológicos que respetan la flora local.
- Denuncia vertidos, podas ilegales o talas sospechosas a través de los canales oficiales.
La preservación de nuestra biodiversidad no es solo tarea de expertos, técnicos o políticos. También se construye a diario con pequeñas decisiones, múltiples granitos de arena que, sumados, pueden marcar la diferencia. En una región tan rica y diversa como la nuestra, cada planta cuenta, cada hábitat importa, y cada gesto sostenido vale su peso en vida.