Estrategias de conservación en el Parque Natural de El Valle y Carrascoy

Estrategias de conservación en el Parque Natural de El Valle y Carrascoy

Ubicado a escasos kilómetros de la ciudad de Murcia, el Parque Natural de El Valle y Carrascoy representa uno de los pulmones verdes más valiosos de la Región. Con sus más de 16.000 hectáreas de monte mediterráneo, encinares, pinares y ramblas, este espacio natural protegido juega un papel clave en la conservación de la biodiversidad murciana. Sin embargo, como ocurre en muchos enclaves naturales de nuestro entorno, sus ecosistemas se enfrentan a múltiples amenazas: cambio climático, presión urbanística, actividades recreativas incontroladas y especies invasoras, entre otras.

Frente a estos desafíos, se están adoptando diversas estrategias de conservación, tanto institucionales como comunitarias, que merecen ser conocidas, valoradas y, en la medida de lo posible, replicadas. Este artículo propone un recorrido por esas iniciativas, combinando datos actualizados con entrevistas a expertos locales y ejemplos sobre el terreno. Porque proteger El Valle y Carrascoy es, en definitiva, cuidar nuestro vínculo con el territorio.

Un mosaico de biodiversidad en riesgo

Antes de adentrarnos en las medidas de conservación, conviene repasar las singularidades que hacen de este parque un enclave ecológico prioritario. El Valle y Carrascoy alberga una notable riqueza florística, con más de 600 especies de plantas, muchas de ellas endémicas o en peligro. Entre las más emblemáticas podemos mencionar:

  • La Jasminum fruticans o jazmín silvestre, que encuentra aquí uno de sus pocos refugios en el sureste ibérico.
  • El Teucrium carthaginense, planta aromática resistente cuya distribución está muy restringida a zonas rocosas del parque.
  • El Paeonia broteroi, un raro tipo de peonía que florece tímidamente entre marzo y mayo en zonas sombrías del monte Carrascoy.

Además, el parque es hábitat de importantes especies faunísticas como el águila real (Aquila chrysaetos), el búho real (Bubo bubo) o la tortuga mora (Testudo graeca). Este equilibrio, sin embargo, se ha visto alterado en las últimas décadas por factores como el aumento de la temperatura media, la reducción de precipitaciones (un 20 % menos que a mediados del siglo XX) y un uso recreativo creciente que, mal gestionado, puede deteriorar sendas, propiciar incendios y perturbar la vida silvestre.

Plan de Gestión del Parque: una hoja de ruta en acción

Desde 2016, el Parque Natural de El Valle y Carrascoy cuenta con un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) y un Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) que regulan tanto los usos permitidos como las actuaciones de conservación prioritarias. Según Inmaculada Belmonte, técnica de la Dirección General de Medio Natural entrevistada para este artículo, “estos instrumentos permiten definir zonas sensibles, limitar el tránsito en áreas frágiles y priorizar la restauración ecológica allí donde hay más presión humana”.

Entre las acciones más destacadas puestas en marcha en los últimos años se encuentran:

  • La construcción de pasos de fauna y cerramientos para proteger la tortuga mora en las zonas más transitadas.
  • La reforestación de laderas degradadas con especies autóctonas, especialmente coscoja, sabina y lentisco.
  • La instalación de miradores y paneles interpretativos que invitan a un uso respetuoso del entorno.

Además, el parque cuenta con un equipo de agentes medioambientales que vigilan el cumplimiento de las normas y colaboran en campañas de educación ambiental dirigidas a centros escolares y visitantes.

La custodia del territorio: cuando la ciudadanía se implica

La conservación efectiva no puede basarse solo en la administración. Afortunadamente, diversas asociaciones y colectivos vecinales de la zona han asumido un papel activo en la protección ecológica del parque. Es el caso de la Asociación Naturalista del Sureste (ANSE), que desde hace años promueve actividades de vigilancia ambiental, recogida de basuras, eliminación de especies invasoras como la Opuntia o chumbera, y campañas de sensibilización sobre la flora endémica.

Uno de los ejemplos más inspiradores es el proyecto “Apadrina una Rambla”, desarrollado entre 2020 y 2022 en colaboración con centros escolares de La Alberca, Santo Ángel y Beniaján. Su objetivo era doble: restaurar pequeños tramos de ramblas degradadas y concienciar a los jóvenes sobre el valor de estos corredores ecológicos. “Ver a niños y niñas identificando plantas autóctonas y aprendiendo a distingui-las de las invasoras es un regalo para el futuro del parque”, nos cuenta Ana Navarro, coordinadora del proyecto.

Monitorización y ciencia ciudadana

Otro pilar fundamental para conservar un espacio tan dinámico como El Valle y Carrascoy es disponer de datos actualizados. Para ello el programa de seguimiento de biodiversidad impulsado por la Universidad de Murcia y el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA), en colaboración con el propio parque, resulta clave. Gracias a estaciones de medición, sensores de temperatura del suelo y plataformas participativas como iNaturalist, se obtiene información real sobre el estado de la flora, la migración de aves o la presencia de especies nuevas.

¿Sabías que en 2023 se detectó por primera vez en este entorno al escarabajo Cryptocephalus quadripunctatus, hasta ahora no citado en la Región? Este hallazgo fue reportado por un joven estudiante universitario que colabora en campañas de ciencia ciudadana. Una pequeña anécdota que confirma que cada observación cuenta.

Educación ambiental: sembrar futuro

La sensibilidad ambiental no se adquiere de un día para otro. Por ello, uno de los pilares del parque sigue siendo la educación ambiental. El Centro de Visitantes del Valle organiza numerosos programas interpretativos, rutas guiadas para escolares, talleres de botánica o incluso noches de escucha de fauna nocturna.

María Dolores Sánchez, educadora ambiental del centro, destaca que “los talleres prácticos, como los de identificación de huellas o las excursiones botánicas con lupa, conectan a los niños con el entorno de una forma lúdica pero rigurosa”. Esta labor ha generado, con el paso de los años, una comunidad cada vez más implicada y vigilante con el estado del parque.

Retos actuales y líneas de mejora

Pese a todas las acciones en marcha, no podemos ignorar los problemas persistentes que amenazan la integridad ecológica del parque. Entre los retos más urgentes se encuentran:

  • El impacto de la erosión y la desertificación en zonas deforestadas del Carrascoy.
  • La circulación de vehículos no autorizados en senderos protegidos.
  • El crecimiento urbanístico descontrolado en ciertos municipios colindantes.

Frente a ello, expertos proponen medidas adicionales que podrían ampliarse en los próximos años, como la creación de una red de microreservas botánicas para especies raras, el impulso a corredores ecológicos que conecten El Valle y Carrascoy con otros espacios como Sierra Espuña, o programas de control biológico frente a plagas forestales. Además, se valora avanzar hacia una gobernanza más participativa del parque, donde vecinos, científicos, campesinos y excursionistas tengan voz y voto en la gestión.

¿Qué podemos hacer como visitantes?

La conservación no empieza (ni termina) en despachos. Cada visitante del parque tiene la capacidad de actuar con responsabilidad y contribuir a su protección. Aquí dejamos algunas recomendaciones concretas:

  • Caminar solo por sendas señalizadas y evitar zonas sensibles, especialmente durante la época de cría (abril-julio).
  • No recolectar flores, frutos ni especimenes, aunque puedan parecer abundantes.
  • Participar en jornadas de voluntariado ambiental —muchas se publican en portales como VoluntariadosVerdesMurcia.es—.
  • Denunciar infracciones a los teléfonos de emergencia ambiental o a los agentes del parque.
  • Compartir conocimientos sobre especies autóctonas con amigos y familiares. La concienciación comienza en cada conversación.

Preservar El Valle y Carrascoy no es solo una tarea técnica, es también un ejercicio de cariño por lo que somos y por el paisaje que habitamos. Como dice la botánica Carmina Caparrós, “solo conservamos lo que conocemos y solo valoramos lo que amamos”. Esta sierra, estos valles y estas plantas necesitan de ambas cosas: conocimiento y afecto cotidiano. El futuro del parque está en juego, y nuestra acción —o inacción— marcará la diferencia.